viernes, 3 de junio de 2016

📇 Entrevista a Ricardo Lunari [2006]



Cristián Berríos


En 1992, Newell’s venció a River por 5-0, Castrilli expulsó a cuatro jugadores de la banda sangre, y anotaste dos goles e hiciste una asistencia ¿Fue la mejor actuación de Ricardo Lunari en un partido de los torneos locales del fútbol argentino?

No sé si mi mejor actuación, pero si la más recordada. A partir de ese partido Newell’s llegó a la cima del campeonato y no la largó hasta su consagración.

Con sus logros Marcelo Bielsa se hizo conocido por su rigurosidad táctica y análisis de los adversarios ¿Poseía a principios de los 90´ el carisma necesario para que sus conceptos fueran asimilados sin resistencia en el grupo de jugadores?

En esa época era un diamante en bruto, que se fue puliendo de a poco para convertirse, en estos momentos, en uno de los técnicos más capacitados de todo el mundo. Por supuesto que tuvo algún tipo de resistencia entre sus jugadores debido a su exigencia máxima, pero esta se fue diluyendo a medida que los resultados lo fueron acompañando.

Llegaste a Universidad Católica en 1993 bajo el mando de Ignacio Prieto, campeón de la Libertadores y la Intercontinental con Nacional de Uruguay. ¿Consideras indispensable que en la banca exista un bagaje internacional en las instancias decisivas?

Es fundamental para la obtención de un objetivo tan grande como fue ese subcampeonato de América, ya que todo aquello que nos tocaba vivir a los jugadores él ya lo había vivido previamente. Por eso se anticipaba a los problemas, y nos allanaba mucho nuestro camino. Uno se siente muy confiado de tener una persona con esa experiencia apoyándote a cada paso.

Antes de la semifinales frente al América de Cali daba la impresión de que subías tu rendimiento a medida que las dificultades aumentaban ¿Estabas sacando lo mejor de la galería o en Newell’s habías insinuado un nivel parecido jugando más arriba?

Yo creo que a medida de que las dificultades aumentaban la confianza en mi juego, y en todos mis compañeros y equipo de trabajo, se iban potenciando. Creo, sin lugar a dudas, que lo mejor de mí lo puse al servicio de ese gran grupo que supo sacar la cara, no sólo por la UC sino por todo el fútbol chileno.

En la final contra Sao Paulo, con cincuenta mil personas o más en el Estadio Nacional, Ricardo Lunari acertó un bombazo desde el patio de la casa de sus viejos, tras la cordillera, pasando por San Carlos de Apoquindo y Avenida Pedro de Valdivia. Fue una verdadera explosión. ¿Qué se te cruzó por la mente?

Cuando vi que la pelota botaba y se levantaba no dudé y saqué el derechazo más famoso de mi carrera, cuando sentí como impactaba al balón sabía que ni Zetti ni nadie podía parar ese bombazo, porque lo saqué desde el alma y no iba a permitir que nada impidiera que terminara en el fondo del arco brasilero. En ese instante, sentí una felicidad enorme porque empezaba a retribuirle a mucha gente que hizo posible que yo llegara a Católica, y sentí que no les estaba fallando.

Alfonso Swett vendió tu pase antes de que finalizara la campaña por el Torneo Nacional. Al margen del beneficio económico ¿Te sentiste exiliado de la franja en un momento donde te convertías en estandarte?

Lo que quiso hacer don Alfonso fue mantenerme en el equipo. Por eso habló conmigo prometiéndome elevar mi contrato y pedir una suma exagerada para que los mexicanos dijeran que no. A pesar de que la Cato había pagado 300.000 dólares por mi pase, les pidió 900.000 dólares, una cifra que ninguno de nosotros pensamos que pagaría el Atlas, pero atrás de todo esto estaba la determinación de Marcelo Bielsa de llevarme a como diera lugar. Cuando don Alfonso me llamó para decirme que se había arreglado mi pase, me comunicó su tristeza y el sentimiento en mi casa no era de alegría sino de una muy profunda resignación, pero en el fondo de mi corazón sabía que algún día volvería a la tienda cruzada.

A mediados de 1995, declaraste en el programa “La Gran Sintonía Cruzada” de Radio Corporación que elegías a la franja por sobre cualquier equipo en el mundo. ¿Cuánto tiempo tardaste en darte cuenta que Pellegrini te había traído para bajar la presión de una hinchada que te pedía a gritos?

Cuando Manuel me llamó a México para decirme que me quería de vuelta en la UC, pensé que el corazón me iba a estallar de felicidad. Si bien sabía que algún día volvería, nunca pensé que mi retorno iba a ser tan pronto. Me dijo que necesitaba un ocho y que me esperaba con ansias. Inmediatamente, me comuniqué con Bielsa, y con los dirigentes, para que arregláramos la situación y, a pesar de que dejaba de ganar una fortuna para volver a Chile, ya que el contrato era casi la mitad, no dudé en tomar el primer avión para volver a mi amado club. Lamentablemente, a las pocas semanas, me di cuenta que fui usado por Pellegrini, y que en ningún momento sentía aprecio no solo por mí sino por el estilo de mi juego, lo que determinó mi salida en julio de 1995. En ese momento pensé que nunca más volvería.

¿Existía conciencia en el plantel de 1995 que la Copa Interamericana obtenida el año anterior era consecuencia del esfuerzo desempeñado por ustedes en 1993? Lo pregunto porque Manuel Pellegrini argumenta a la hora de partir en 1996 que su período había arrojado un título internacional, una Copa Chile y dos liguillas.

Las copas internacionales hay que ganarlas, aunque se jueguen con rivales inferiores. Yo miré ese partido desde México por televisión, en una noche inolvidable, y me alegré mucho por ese título porque sabía que ese equipo ganó gracias al esfuerzo hecho por los jugadores en 1993. Tampoco hay que dejar de tener en cuenta que la UC jugó esa copa por desistimiento del San Pablo, y por lo tanto no fue un trabajo tan grande, ya que sólo se jugaron 2 partidos. Pero, para llegar a esa instancia, en el 93' otros jugadores con otro cuerpo técnico tuvieron que superar muchos inconvenientes para permitir el título de la Interamericana del 94'.

A diferencia de Prieto, que apostaba al juego asociado haciendo énfasis en los cambios de velocidad y el pique al vacío de los laterales, Pellegrini apostaba al avance en bloque, con un creador muy marcado, y la triangulación en búsqueda del espacio en el área. La prensa de la época jamás descubre la diferencia y te acusa de estar pasado en revoluciones cuando tratabas de combinar y desmarcarte ¿Notaste un desfase con respecto a la dinámica del juego desarrollado en 1993?

Lo que me pasaba en el 95' era que no contaba con la confianza del entrenador. Como disponía de los últimos 20 minutos de cada partido, yo quería en ese corto lapso mostrar todo lo que tenía para convencer al técnico que merecía estar en el equipo. A pesar de estos feos momentos, no puedo olvidar que le marqué un gol a River Plate, con Francescoli incluido, en el último minuto. Nos permitió vencer dos a uno. En cambio, en la época de Nacho Prieto contaba con la confianza y apoyo del mister y todo resultaba demasiado fácil para mí.

Fernando Carvallo solicitó tu regreso en 1996 y vuelves bajo el mando de un técnico ofensivo con un paladar muy técnico en el dominio de balón. Al año siguiente, el equipo fue reforzado en puestos claves ¿Qué memorias tienes de la campaña del Apertura 1997 y tu participación en la gran final?

Gracias a Dios tuve la suerte de tener dos técnicos como el Nacho Prieto y Fernando Carvallo. Aparte de ser de los mejores entrenadores que conocí en mi carrera, eran seres humanos excepcionales y daba gusto matarse en la cancha por ellos. Las prácticas eran entretenidas, y con tanto fútbol que uno no veía la hora de que llegara el momento de entrenar con esos monstruos. Cada práctica era una enseñanza nueva. En el 97' se formó un equipazo. Creo que de no haber sido por el problema en San Carlos en un partido con Audax Italiano íbamos a lograr el bicampeonato, y quedaríamos en la memoria de todos los cruzados. Fue un honor integrar ese plantel y ganarle la final a Colo Colo, lo tengo como la alegría más grande de toda mi carrera. Los festejos de ese campeonato fueron los más placenteros de mi vida, y ese momento del gol fue lo más fuerte que viví dentro de una cancha de fútbol.

¿Tenías ganas de embarcarte en una nueva aventura en 1998 o fuiste exiliado por la dirigencia de la época? Hubo casos emblemáticos como el del Beto Acosta donde él mismo reconoce que lo transfirieron cuando pensaba radicarse en Chile.

Tuve un problemita con un desubicado que se metió a la salida del camarín en un mal partido nuestro, y lamentablemente había cámaras de televisión. Las cosas se hicieron públicas, y ese lamentable episodio creo que empezó a marcar el final de mi carrera como jugador en la UC. En seguida, apareció la oferta del Salamanca de España, en primera división en esa época, y los dirigentes queriendo evitar algún problema mayor apuraron mi venta. Había pensado radicarme en Santiago y retirarme en la Cato, pero lamentablemente no se pudo dar y me tocó marcharme para nunca más regresar al equipo de mi corazón.

¿Qué te recordaba a la distancia tus días con Universidad Católica y qué atesoraste en la despedida de Mario Lepe?

Siempre desee volver, con cualquier pretexto, para poder darme el gusto de entrar al menos una vez más a mi amado San Carlos. Cuando me llegó la invitación al partido despedida de ese gran amigo y monstruo, Mario Lepe, sentí que era un premio a tantos deseos míos, a tantas ilusiones por sentir otra vez el inmenso cariño que los cruzados me tienen, que es reciproco por supuesto. Cuando volví a entrar a ese bendito templo, se me aflojaron las piernas por primera vez en mi carrera, y volvieron a mi mente tantos recuerdos, tantas alegrías, tantos domingos felices. Le doy gracias a Dios por haberme permitido vivir esa noche maravillosa y le sigo pidiendo que ojalá se repita algún día.

Finalmente, si tuvieras la oportunidad de volver al pasado ¿Qué harías distinto y qué repetirías?

Lo único que cambiaría sería que mi último partido hubiera sido en San Carlos de Apoquindo, y repetiría todos los gloriosos momentos vividos con la camiseta número ocho del equipo de mi vida.




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